Entre el  populismo y la manipulación de los humildes

El populismo no tiene signo político. Es una  enfermedad que se incuba dentro del sistema  democrático  y que termina contaminando y dejando  a las democracias endebles.

Una vez encaramado en el poder hace que se apueste a  todo para quedarse y transformar procesos populares en estados fallidos democráticamente hablando.

Este proceso es la resaca que deja el modelo neoliberal que exhiben los gobiernos de derecha y camuflan los autoproclamados de izquierda.

El populismo, manipulado histórica e ideológicamente,está casado con muchas cosas que suenan muy justas pero que a su vez  se convierte en el proceso de desnaturalización del tan acomodaticio sistema político  estatal.

Termina siendo la mirada borrosa y manipulada de los que pretenden con ese discurso llegar al poder.

Este tipo de populismo es una droga que termina deformando y desproporcionando la realidad.

Como este fenómeno no se identifica necesariamente con signos  políticos o ideología alguna, es que este  mismo termina  siendo muchas veces entendido como una «estrategia» política.

En este sentido, su esencia se mantiene en cierto modo pura: «ir al pueblo», la misma norma que a finales del siglo XIX exigían los socialistas agrarios rusos.

Ellos son los primeros en ser llamados «populistas».

La modernización  y la eficiencia, para el populista, enemigo declarado de la corrupción consustancial al burocratismo, dinamitara  las instituciones mediadoras y representativas entre la ciudadanía y el Estado.

A veces lo hace eliminando ministerios, como Milei, y otras, como Bukele, volviendo su cuenta en X en redes sociales en una suerte de gaceta donde ordena caprichosos decretos.

El populista busca, supuestamente, despejar de intermediarios los canales de comunicación y de reclamo y poder ciudadano entre ellos y el pueblo.

El populista  percibe la ilusión de que el líder es cercano a él, que cuida sus espaldas, cuando, en realidad, sucede justo lo contrario.

El populista no se comporta como un monarca; es un general organizando , ordenando  y ganándose el apoyo del soldado . Siempre hay unos «delincuentes» o una «casta» que derrotar.

Aquí se parte de la base de la  instrumentalización del concepto de pueblo en nuestro continente. Esos hombres movieron ejércitos y se mataron entre sí en guerras intestinas tras la independencia, crearon instituciones y constituciones  y Estados que fueron calco y copia de cuanto vieron en Estados Unidos y Europa, despreciando o en el mejor de los casos, ignorando la naturaleza diversa de sus países.

Los americanos del centro y sur de nuestro continente  hemos caído tantas veces en el bache histórico del líder carismático, feroz y hambriento de poder que tal flaqueza parece ya ser parte de nuestra idiosincrasia.

Las repúblicas de América Latina nacieron de la mano de sujetos tan complejos que todavía resulta difícil valorarlos como héroes, villanos o, salomónicamente, hijos de su tiempo. Los latinoamericanos hemos caído tantas veces en el bache histórico del líder carismático, feroz y hambriento de poder que tal flaqueza parece ya ser parte de nuestra idiosincrasia.

El tema no trata de parecerse a Milei o Bukele para demostrar dureza y mano dura contra el sistema reinante de organización política y social débil y frágil.

El tema debería ir más lejos que los titulares de un diario o la continuidad en redes sociales de un debate de sordos,ciegos y mudos.

Tampoco esto pasa por ser un antisistema y decirle a los ciudadanos sumergidos más profundamente  en la pobreza socio educativa con hambre de comida y de formación,que sus enemigos son el estatus reinante y el organigrama del estado protector y/o benefactor.

Eso es manipular y jugar con la pobreza de la gente más humilde y desprotegida.

Usar la  escalera con sus escalones  rotos en el entramado social y  mostrar que romperlo más de lo que esta  es la salida,no solo es un error, sino que es acto único de una mente perversa resumiendo en criollo es una actitud de un  hijo de puta lisa y llanamente.

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