Es un problema medioambiental la inteligencia artificial

La inteligencia artificial (IA) generativa está cambiando el mundo, tanto en sentido figurado como literal.

Partamos de la base que el consumo energético y de agua de las grandes tecnológicas, principales desarrolladoras de esta tecnología, así como sus emisiones de carbono, se han disparado en los últimos años.

Las tendencias muestran que las proyecciones no variarán.Ninguna compañía dice oficialmente que ese incremento obedezca a la irrupción de la IA, los números muestran un salto importante en 2022, el año en que OpenAI lanzó ChatGPT e inauguró la carrera de la IA generativa.

Siete de las diez mayores empresas del mundo por capitalización bursátil son tecnológicas, lo que da una idea de la importancia del sector. Las grandes industrias tienen grandes necesidades de recursos. Con todo, los datos muestran un salto importante. El aumento en los dos últimos años, sostiene, ha sido muy abultado y coincide en el tiempo con una inversión fuerte en IA generativa y otros servicios relacionados con la IA.

Las últimas cifras disponibles de Google y Microsoft, los principales desarrolladores de esta tecnología, reflejan crecimientos abultados por segundo año consecutivo en las tres magnitudes clave. Google, responsable del modelo Gemini, acaba de reportar en su memoria medioambiental un incremento del 16,2% en el consumo energético en 2023 respecto al curso anterior.

Por su parte, Microsoft, dueño de Copilot y que ha prestado sus infraestructuras a OpenAI para desarrollar todas las versiones de ChatGPT y el generador de imágenes Dall-E, ha registrado un crecimiento del 28,7%, según refleja su informe anual de sostenibilidad. La empresa fundada por Bill Gates ha duplicado sus necesidades energéticas entre 2020 y 2023, pasando de 11,2 millones de megavatios-hora (MWh) a 24 millones de MWh. En Google ha pasado casi lo mismo, con un incremento del 67% en este periodo.

Los centros de datos en los que se opera la IA (y toda la actividad digital) son grandes naves industriales pobladas de hileras e hileras de racks, varios procesadores dispuestos en forma de armario o nevera. Todos esos procesadores y servidores, que alojan nuestros datos y ejecutan programas en línea, funcionan día y noche. Esa actividad emite mucho calor; si no se controla la temperatura, los equipos pueden estropearse. En la refrigeración de los centros de datos se usa agua, que se pulveriza para refrescar el ambiente. El consumo de este recurso también ha contabilizado en 2023 alzas del 13,8% y el 21%, respectivamente, unas cifras similares a las del año anterior. Microsoft, por ejemplo, ha reportado haber usado casi 13.000 millones de litros de agua. Más de la mitad de ese volumen (unos 8.000 millones de litros) se evaporó o consumió, por lo que no se pudo reutilizar. Google, por su parte, necesitó menos agua, unos 8.600 millones de litros, pero solo devolvió al sistema el 26,6% de esa cantidad.

El avance que nos sorprende no deja de ser un depredador ambiental y a su vez no se informa plenamente de las acciones negativas medioambientales que encierra.

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