Cuanto más permiso nos damos para los juegos, mucho más sencillo y divertido es conectarnos con nuestro lado creativo. Jugar era importante cuando éramos chicos, y dejó de serlo porque nos volvimos serios y aburridos. Y entonces, todo se hace un poco más pesado y la creatividad se paga.
Dígalo con mímica: Se puede jugar en formato tradicional (improvisando temas en el momento) o usando alguna app o descargable con las consignas ya establecidas. Estamos tan acostumbrados a decir las cosas que la tarea de representar con gestos se convierte en un reto que pone toda la chispa creativa en movimiento.
Tabú: En este sí se puede hablar. El objetivo es que tus compañeros de equipo descifren una palabra, pero la dificultad radica en la serie de términos relacionados y sinónimos que están prohibidos para completar tu misión. Apelar a metáforas, referencias populares y anécdotas personales es de gran ayuda.
El Pasajero: «¿Cuándo llegamos?». La temible frase de los viajes largos se puede combatir con el juego de cartas llamado El pasajero. Es perfecto para tener en la guantera del auto. Tiene dos mazos de 40 cartas, uno para la ruta y otro para la ciudad, con ilustraciones que los chicos deben encontrar mirando a través de la ventana. Simple y efectivo. Empiezan jugando los chicos en el asiento de atrás y terminan jugando todos los pasajeros.