La luz afuera de la caja

"Vidas encajonadas”. Re ensamblajes conceptuales y obras plásticas de Claudio Rama

Muchos buscamos salir de nuestras cajas y ver el mundo ancho y ajeno. Muchas veces padres e hijos tienen objetivos distintos. En un tiempo unos miran el mundo como su espacio de desarrollo, mientras los niños buscan la protección de sus padres. Más tarde la calesita da la vuelta y serán los hijos los exploradores del mundo. 

En esta “Vida encajonada”, alguien pretende salir hacia el mundo, mientras una diversidad de niños, blancos, negros o rojos, buscan lo inverso. Siempre estamos en esa contradicción de esperanzas y vivir tiene es distinto para todos. Para unos es realizarse en sociedad, para otros tener los afectos y las seguridades, el refugio o el calor. El mundo se nos ha abierto y nos ofrece muchas oportunidades y todos quieren salir de sus cajas y subirse a ese desconocido territorio que gira y gira, que nos carga de adrenalina y estrés. En cajas nos han confinado, pero cada generación da un paso más hacia afuera, deja de mirar su limitado entorno, avanza hacia adelante y hace la apuesta del riesgo y el abandono. El mundo deja de ser ancho y ajeno. Lo cercano se nos vuelve lejano y aquello que veíamos lejos hoy está frente a nuestros ojos. Es un largo camino. Se inicia por rumores y descubridores, luego negociantes, invasores o migrantes que buscan nuevos mundos dejando tradiciones, herencias y culturas. 

Enormes cambios sociales se derivaron de ello. América se pobló de migrantes campesinos que realizaron enormes pasos sociales en poco tiempo. Las mujeres también han abierto nuevos caminos de realización, trabajo y educación. El buscar salir del encierro ha sido dificultoso para comunidades culturales que recorren senderos desde sus tribus y etnias hacia las ciudades en un largo camino de desarrollo y transculturización, pero lo han ido realizando. Las personas salen también de sus placares y experimentan y proclaman su nueva sexualidad. Todos parecen más libres, proclaman sus nuevos derechos e idolatran sus logros. 

Pero en ese largo camino muchas veces están quedando atrás muchas vidas. Algunos no pueden cambiar, otros no saben cómo, y algunos más no quieren. También otros más no están en los tiempos de pensar en cambios, sino en buscar que los protejan y cuiden. 

La ruptura de las familias, los pueblos abandonados, las comunidades diezmadas, los hijos abandonados, los desarraigos, los abandonos y las soledades quedan dentro de las cajas que antes nos unían y nos protegían, mientras otros nadan en un nuevo mundo que gira más rápido de lo que muchos pueden resistir y que no siempre cumple las expectativas o cura o protege de los dolores de las rupturas. 

Las manos están extendidas. Unos miran un futuro global, otros sienten que pierden sus agarres y se quedan solos en el mundo vacío que queda. Todos queremos más. Es nuestro deseo individual que nos aleja de unos afectos y protecciones al tiempo que nos acerca a esperanzas y sueños de algo más seguro. 

El deseo del más es el impulso frenético para salir de nuestras limitadas cajas de recursos, afectos y seguridades. Necesitamos salir, no importa el desgarre que puede sobrevenir o los riesgos. Siempre hay una probabilidad a explorar. Esa esperanza es la fuerza que nos lleva, la insatisfacción del presente y el poder ver hoy el mundo ancho y ajeno más cerca nuestro, a pesar del miedo al movimiento perpetuo de este nuevo mundo. 

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