La tragedia de los Andes vuelve a la pantalla: esta vez será por Netflix

'La sociedad de la nieve' se filma en España, Chile y Uruguay y se estrenará en 2023.

Una nueva versión de la tragedia de los Andes se está filmando en España y tendrá como lugar de difusión Netflix. El director de ‘El orfanato’, ‘Lo Imposible’ o ‘Jurassic World: El reino caído’, Juan Antonio Bayona, adapta el libro ‘La sociedad de la nieve’ de Pablo Vierci: su primera producción para Netflix y su regreso al castellano tras casi 15 años dirigiendo en inglés.

«Recuerdo», dice Bayona , «que estaba con ‘Lo imposible’ y cayó en mis manos el libro de Vierci. Lo vi claro… y hasta ahora… Diez años después». De hecho, la película del tsumani tomó su nombre del párrafo de ‘La sociedad de la nieve’ en el que hasta mil veces mil aparece el término, precisamente, imposible. 

En un crónica del diario español El Mundo se destaca que tres sets de rodaje lo organizan todo. Se diría que son idénticos. Abajo del todo, casi al nivel de mar, descansa una réplica del fuselaje del avión serie FAU 571 que el 13 de octubre de 1972 por un error de cálculo del piloto cayó en el llamado Valle de las Lágrimas. 

A 2.000 metros, entre los hoteles de aire alpino, una carpa descomunal instalada en mitad de un estacionamiento alberga dentro el mismo fragmento herido del avión. Y mucho más arriba, en el límite del parque natural, allí donde los esquiadores no llegan, estaría la tercera de las copias del aparato. «Hubo que mover cielo y tierra para subir hasta allí el trozo de avión de 14 metros de 7.000 kilos de peso. Se intentó primero en helicóptero y no hubo manera. Finalmente, hubo que esperar a que nevara, hubo que prensar la nieve para que aguantara el peso y, ahora sí, se deslizó hasta allí», narra con detalle la productora Sandra Hermida.

«Todo tiene que ser orgánico. La idea es llevar al espectador hasta allí mismo, lo más cerca posible de la tragedia. Vivir lo mismo», afirma la también productora Belén Atienza. En el set bajo la carpa, se ruedan la escenas más íntimas dentro del avión que durante más de dos meses fue refugio y cárcel. Todos los fondos y fugas de cámara, explica Félix Berger, supervisor de efectos visuales, están cubiertos por imágenes rodadas en los mismos Andes previamente. Fue allí, precisamente donde empezó el rodaje y allí donde terminará el próximo invierno, completamdose con algunas tomas en Uruguay. «No trabajamos con pantallas cromas en verde como lo haría un blockbuster americano para huir de la sensación de falso. Queremos que haya siempre una continuidad entre lo de dentro y lo de fuera», precisa. 

Los directores Eivind Holmboe y Alejandro Fadel (el primero, noruego, el segundo, uruguayo; el primero, experto en rodajes de alta montaña, el segundo, conocedor hasta la extenuación el llamado Milagro de los Andes) completan el mismo empeño hacia la verdad en crudo en calidad de responsables de primera y segunda unidad.

Y al final, la muerte. Al final, el más turbio de los tabúes convertido de golpe en Gran Guiñol. Cuenta Montse Ribé, ganadora de un Oscar por los monstruos de ‘El laberinto del fauno’, que de los 29 cadáveres, ella y su equipo han tenido que componer 16 en silicona.

La que fuera la responsable, y por ello cambia ahora la fantasía por la más desoladora de las realidades. «Los pelos se ‘pican’ de uno en uno en sesiones eternas… Los muertos de verdad a veces parecen muñecos. Hay que falsearlos para que sean verdad», dice. «De eso va la película», insiste Bayona. «Hubo un pacto por el que todos se pusieron a disposición de todos. Los muertos de los vivos. Y al revés. En un momento, uno de los personajes intenta reanimar a un compañero sin esperanza. Gustavo dio todo para salvar a su amigo pero a sabiendas del pacto de ayuda. Son hermanos, amigos,alimento y combustible», apunta Vierci. «Se trata de aceptar tu propia naturaleza. Una catástrofe así no te cambia, sino que descubre el que eres. Desaprendes todo lo aprendido y desarrollas tu propia naturaleza», intenta razonar Bayona. Quizá, lo que se vivió en lo Andes no sea sino la reminiscencia última de la primerísima religiosidad: a través del pan comemos cuerpo, a través del vino bebemos sangre. Eso o la más radical ejemplificación de lo verdaderamente imposible.

Como afirma Roberto Canessa, «todo estaba tan trastocado, que lo racional se cruzaba con lo imposible y a la realidad la superó la utopía. Como nunca había ocurrido antes, para la sociedad era imposible que hubiéramos chocado contra la montaña y siguiéramos vivos, era imposible que pudiéramos soportar el frío era imposible atravesar esa muralla de nieve, rocas y hielo y era más imposible todavía seguir caminando, cuando encontramos, detrás, un sinfín de montañas blancas, en lugar de los valles verdes que imaginábamos. Era imposible, sí. Pero la historia de los Andes es una sucesión de quimeras, de situaciones inadmisibles. Cuando surge la idea de alimentarnos con los cadáveres, a mí no me resultó nuevo». 

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