Las distintas músicas

Vida encajonada. Reensamblajes conceptuales y artes plásticas de Claudio Rama

Nuestros más importantes sentidos, la vista y el oído han dado nacimiento a realidades que nos hacen más humanos. Extrañas vibraciones ordenadas de ondas sonoras que se encuentran con el tímpano jalonando y empujando  moléculas de aire y creando impulsos eléctricos en nuestro cerebro. Y con esas sensaciones activando nuestras neuronas. 

Es la música que se nos mete en la cabeza, da vueltas, se diluye y desaparece  dejando apenas  fragmentos inconexos en nuestra memoria ante nuestra incapacidad de retenerla. Es la base de compleja modulaciones en el cerebro, regula nuestras hormonas del estrés, incide en los latidos del corazón, relaja la presión arterial y su pulso y modula la velocidad de las ondas cerebrales. Incluso está enraizada en las matemáticas más simples y se afirma que por ello sentimos el placer que nos atraviesa. Ella es portadora de una energía que nos humaniza y que también nos reduce la razón, nos transporta y hasta nos droga de alucinaciones. 

Esas ondas sonoras que se mezclan y rebotan creando armonías, nos hace más humanos. Cargamos durante milenios la tristeza de la casi certeza de no volver a escuchar esos efímeros sentidos que débilmente resguardábamos en nuestra discoteca del lóbulo temporal. 

Gracias a la ciencia que nos trajo el mundo analógico y el resguardo de los sonidos, estamos frente a máquinas de copia y reproducción que nacieron para darnos un respiro, y la sensación de permanencia de esos momentos. Ahora tenemos el goce de la saturación de su repetición infinita desde que se inventó el disco, la radio o la televisión: 

Con estas industrias culturales nació el dualismo entre la cultura de masas no presencial y un acceso presencial y de elites. Una que sale desde aparatos conectados y otra que nos tiene presentes frente a instrumentos desde donde alguien realiza maravillosos movimientos. Una que casi gozamos sin pagar ni estar presente y otra donde estamos inmersos en espacios y entornos que llenan de vivencias que pellizcan nuestros sentidos y nos envuelven en una lluvia de sonidos. 

Ahora estamos dos músicas. Entre la realidad del aforo finito y limitado, y  la libertad del  acceso a la creación global. En el sentir en carne propia la dualidad entre vivencias y accesos mediados por tecnologías a las culturas del mundo. Son dos tecnologías. Una con millones de años sin cambios en el envase de nuestro cuerpo humano, y otra que cambia día a día, pasa de uno a decenas de canales, de dos dimensiones a tres, de prototipos a productos idénticos y sonidos digitales envolventes. Y tal vez, también, una de pobres y otra de ricos

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