Las múltiples máscaras de la Muerte en América Latina

También hay fiestas con máscaras para temer a las tentaciones y rechazar los pecados que nos llevan a la muerte,

Esta semana vinculado al Día de la Muerte, se realizó en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI) con el auspicio de la Embajada de México una charla y visita guiada a las múltiples máscaras asociadas a la Muerte expuestas en la Sala Permanente de mi Colección de Máscaras Latinoamericanas. Entre otras las culturas maya, azteca, chané-guaraní, cristiana o africana, y los múltiples sincretismos, definen además muchas variantes y diferencias. Incluso podríamos llegar a decir que tal vez cada persona tiene una mirada propia sobre la vida y la muerte. Para los mayas existe un inframundo después de la muerte, para los aztecas los muertos regresan un día para festejar, para los Chané, el espíritu de los  muertos está entre nosotros.

En el mundo cristiano medioeval, se hacían  mascarillas de los muertos que conservaban como fotografías. Y también en las fiestas carnavalescas, la muerte enmascarada irrumpía riéndose de nosotros. La fiesta era para gozar hasta morir. Pero también hay fiestas con máscaras para temer a las tentaciones y rechazar los pecados que nos llevan a la muerte. Para los mayas, la muerte era una transición hacia una nueva vida y las ofrendas y los rituales funerarios, así como las máscaras funerarias tenían como objetivo  asegurar el bienestar del alma en el Xibalbá o inframundo y ayudarnos en ese tránsito. Las máscaras funerarias con rasgos de jaguar se usaban para  transportar  desde el mundo de los vivos a los muertos transformándolos en seres poderosos  capaces de entrar al inframundo gracias a la fiereza de ese animal. Las máscaras se usaban para solicitar al dios jaguar, señor de todos los animales, el apoyo en ese pasaje de la vida al inframundo. Aparte de su simbolismo religioso, el jaguar era visto como un guerrero feroz y al vencerlo con su muerte los jóvenes pasaban a la edad adulta.

Para muchas culturas pre hispanas, y aún de las creencias actuales, la muerte está entre nosotros y el Día de los Muertos es el reencuentro con ellos.  En la cultura azteca es más que un simple recordatorio y una celebración de la vida del difunto, sino un momento de reencuentro transitorio entre los vivos y sus seres queridos fallecidos. Es el resultado del sincretismo entre las tradiciones prehispánicas (especialmente la cosmovisión azteca y maya) con la creencia que las almas de los difuntos que regresan para visitar sus hogares y convivir con sus familiares, junto a las celebraciones católicas de Todos los Santos y Fieles Difuntos en la otra vida.  La celebración no busca el luto, sino el recuerdo alegre y la hospitalidad hacia los espíritus que hacen un largo viaje desde el Mictlán (el inframundo prehispánico). Las Máscaras de la Muerte, en Cuetzalan, Puebla, en México, representan a personas muertas que están bajo tierra, pero que continúan respirando a través de largas narices que alcanzan hasta la superficie.  Los muertos respiran y viven en las profundidades. En México, una de las expresiones más importantes son las Máscaras de Xantolo en Tempoal, Veracruz. Allá se  integran raíces indígenas y aportes de la evangelización en la figura de Xantolo que nace de la unión de Santo del español con Olo del náhuatl, que significa abundancia. Este ritual recuerda que los muertos vienen ese día para disfrutar y bailar en la vida. Los hombres disfrazados con máscaras representan la materialización de las almas muertas que escogerán en que casa entraran para tomar alimentos de los altares.

También  encontramos máscaras de la evangelización que asocian el pecado y las tentaciones con la muerte. En Nicaragua y Centroamérica como parte de la influencia náhuatl, encontramos máscaras de los cuentos de terror populares. Una de ellas es la Danza de los Agüizotes, con la máscara de la Muerte Quirina (sinónimo coloquial de muerte). La segua o la bruja son también espantos de muerte. Es la muerte irónica que apreciamos también en las sanjuanadas de Costa Rica o en el Carnaval de Santo Domingo. Aquí, la muerte es un personaje que acompaña al Diablo y que se ríe de todos los vivos gracias a algún mecanismo creado para mover la quijada. Es la muerte del Carnaval que se ríe mientras nos espera. También se destaca en estas tradiciones de Máscaras de la Muerte, el entierro de Joselito Carnaval en el Carnaval de Barranquilla, muy similar a las procesiones del Entierro del Carnaval en varias ciudades del interior del Uruguay, aunque aquí, el entierro y la muerte no refieren solo a personas, sino también a las múltiples desgracias del año pasado que queremos superar.

Finalmente es de destacar las Máscaras Aña de la cultura Chané-Guarani en el chaco paraguayo y boliviano. Son piezas del encuentro con los espíritus de los muertos y se usan en el ritual del Arete Guazú para encontrarnos e interactuar con ellos. El aura o halo alrededor de la cara nos muestra y representa el espíritu ancestral de esas «almas errantes“. La máscara es una forma de conversar en estos días con esos espíritus del pasado, cuyos recuerdos finalmente están dentro de cada uno de nosotros.

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Eco. Claudio Rama

Dr. en Educación, Dr. en Derecho
Director del IPES separado  sin investigación

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