Niños naciendo y naciendo. Una hilera infinita de pequeños “humanitos” saliendo de una enorme vagina como si fuera la sociedad y dese allí iniciando en serie sus propios caminos de la vida hacia las diversas puertas que marcan nuestros destinos.
Algunos saliendo de la caja y caminando incluso fuera de los entornos donde dieron sus primeros pasos. La vida de la especie se abre paso a través de múltiples senderos, que no son lo que soñábamos o que esperaban otros. Somos parte del experimento maravilloso de la reproducción de la especie, de la búsqueda de la sobrevivencia, de la continuidad y de la producción en serie que implica la familia y el amor, y de cómo la naturaleza se abre camino contra todos los pronósticos dejando nuestras diferentes huellas.
En ese trance casual de condiciones de “ricitos de oro” recorremos caminos siguiendo los pasos de los entornos diferenciados donde nacimos. Reproducimos los caminos ya trazados, pero no todos estamos dispuestos a ello ni incluso podemos salir de las cajas donde se nos ha encerrado y que limitan nuestros pasos.
Nos enfrentamos a espejos que no nos dejan avanzar, a la dificultad de cruzarlos, a la incertidumbre de la soledad y de la vida del otro lado. En ellos nos vemos a nosotros mismos y al enfrentarnos buscamos tal vez superar esas infancias y las cajas que nos atan a nuestras génesis. Pero, no importa realmente siempre de dónde venimos ya que el tiempo no vuelve atrás. Se nos obliga a mirar hacia adelante, a seguir pasos o a inventar senderos, a no perdernos en el vacío. El futuro es adelante, es el lugar del sueño que nos da un sentido diferente al de sólo haber nacido, al de ser parido en serie, al de tener origen y no destino. Vamos en filas que se van dividiendo y marchando hacia caminos solitarios y personales, para tal vez encontrar un sentido y un objetivo donde no lo existe.
Buscamos perder o encontrar las raíces, soñando un nuevo útero que nos proteja o un agujero por el cual cruzar el muro que nos limita y entrar en otros caminos también de duda e incertidumbre. Atrás está de dónde venimos, de donde no podemos volver, de donde nos han obligado a saltar, de donde tuvimos algún día remoto alguna protección. Nos queda el recuerdo y la sensación de origen.
Pero bien sabemos que caminamos solos, aunque en fila y orden, y a nuestro propio paso, soñando con salir de la caja y cruzar los umbrales de las puertas que tenemos frente a nosotros, y que muchas veces más que puertas de futuro son espejos a nuestro pasado.