María Riva, la única hija de la icónica Marlene Dietrich y voz crítica de una de las estrellas más enigmáticas de Hollywood, falleció a los 100 años, apenas días antes de cumplir 101. Con su partida se cierra un capítulo fascinante de la era dorada del cine, marcado por lealtades familiares, revelaciones incómodas y un legado preservado a pesar de todo.
Hija de Dietrich y del director Rudolf Sieber, Riva fue testigo privilegiada de una vida de glamour y excesos. A los cinco años, su madre la llevó a Hollywood, donde la educó con institutrices privadas y la introdujo en el set como su «muñeca viviente».
El debut de Riva en el cine llegó a los nueve años, interpretando a la hija de Dietrich en Caprice Royale (1934), dirigida por Josef von Sternberg. Durante la Segunda Guerra Mundial, sirvió en el frente como parte de un grupo de la USO, actuando para tropas aliadas en Alemania e Italia. En los años 50, brilló en televisión con CBS, ganando nominaciones a los Emmy, y pisó los escenarios de Broadway. Sus últimos roles incluyeron a la Sra. Rhinelander en Scrooged (1988) junto a Bill Murray, antes de retirarse para enseñar actuación en la Universidad de Fordham.
En 1992, el año de la muerte de Dietrich, Riva publicó Marlene Dietrich, un libro explosivo basado en diarios, cartas y recuerdos personales. Lejos de la hagiografía habitual, describió a su madre como «cruel, manipuladora y narcisista», una mujer obsesionada con su imagen que usó a su hija como extensión de su ego. Reveló infidelidades, ambiciones desmedidas y una disciplina férrea que Dietrich imponía a todos, incluida ella misma.

