El vínculo entre médicos, nutricionistas y chefs está generando beneficios para el sector del bienestar, y es que ese trabajo en conjunto está demostrando que comer bien también puede ser una forma de cuidar la salud desde la prevención. Esta articulación de conocimientos comienza a resolver situaciones comunes como la falta de tiempo, presupuesto o habilidades culinarias, brindando herramientas accesibles y prácticas para mejorar la dieta diaria.
Ese contexto se está convirtiendo en la base de la medicina culinaria, un enfoque innovador que enseña a preparar platos buenos y saludables como parte del tratamiento de enfermedades crónicas, como la enfermedad renal crónica (ERC) e incluso algunos tipos de cáncer.
Además, es una disciplina que llega para complementar la necesidad de promover estrategias de prevención y cuidado renal, y que pueden contribuir tanto a reducir los factores de riesgo como a mejorar la calidad de vida de los pacientes. La particularidad es que no se tratan de dietas restrictivas o “aburridas”, ya que busca que las personas aprendan a cocinar de forma práctica, rica y adaptada a sus necesidades médicas.
A través de la alimentación, la medicina culinaria ayuda a prevenir complicaciones, mejorar la calidad de vida y mantener el bienestar día a día. El método surge como una estrategia transformadora que combina la ciencia médica, la nutrición clínica y las habilidades culinarias para mejorar la calidad de vida de quienes padecen distintas patologías.
Un ejemplo es su avance dentro de la salud renal; según la Revista Clínica de la Sociedad Estadounidense de Nefrología, esta disciplina que integra atención médica, nutrición y estrategias culinarias con el objetivo de mitigar tanto el riesgo como el avance de distintas enfermedades, ya cuenta con el respaldo de guías clínicas internacionales y se muestra como una estrategia prometedora.
Definida como un campo basado en la evidencia, la medicina culinaria fusiona el arte de la cocina con la ciencia médica. No es nutrición, dietética ni medicina integrativa o preventiva; es una disciplina práctica que responde las consultas frecuentes del paciente, como qué comer en “mi condición”.
Su propósito es empoderar al paciente para tomar decisiones informadas sobre su alimentación diaria, enfocándose no solo en la fisiología, sino también en los aspectos culturales y emocionales de cocinar y comer. Para personas con enfermedad renal crónica, los especialistas recomiendan una dieta adaptada a la etapa de la enfermedad y al tratamiento indicado.
Por ejemplo, en fases tempranas, se suele limitar el consumo de proteínas, sodio, potasio y fósforo, priorizando alimentos de origen vegetal. Si el paciente entra en diálisis, se requiere un aumento de proteínas de alta calidad, como pescado, huevos o aves. También es fundamental controlar la ingesta de líquidos para evitar acumulaciones que comprometan la función cardíaca o respiratoria.
Si bien la medicina culinaria cuenta con un creciente respaldo científico, los ensayos clínicos de gran escala sobre su impacto aún están en desarrollo. Por ello, debe entenderse como una estrategia complementaria, no como una cura definitiva. Su incorporación en la práctica clínica representa un paso firme hacia un sistema de salud más personalizado, humano y sostenible.