Mundos urbanos interiores

“Vidas encajonadas”. Reensamblajes conceptuales de Claudio Rama.

La vida moderna es el tiempo en edificios y apartamentos. Entre el encuentro casual en el ascensor y los problemas de la convivencia. Entre niños ruidosos, animales enjaulados, personajes noctámbulos y otros tempraneros, solitarios o en familia, jóvenes y viejos, con extrañas visitas amorosas, de médicos o cuidadoras y sin duda de repartidores de comida transcurre la vida en las ciudades modernas.  Ruidosos o silenciosos, parlanchines o discretos, pero siempre con diferencias y quejas, sean  de copropietarios o inquilinos. 

Arreglos insensatos o gastos comunes exorbitantes, porteros inútiles y limpiadores desprolijos, la basura que no se recoge, el ascensor que dejan abierto o los horarios del comercio de la planta baja, todo es tema de chismes y protestas, de propuestas e interminables negociaciones. Esta vida entre paredes comunes y distribuciones idénticas, es la cotidianidad creciente de las urbanizadas ciudades. Mudanzas todos los días, y van y vienen nuevos y viejos vecinos. Unos nacen y otros mueren. Muchos se mudan y nuevos inquilinos y propietarios se encuentran en la puerta del ascensor o en el palier de la escalera. 

La inseguridad por los ladrones, las familias menos numerosas, mayor libertad de los jóvenes, múltiples servicios que se agregan en las nuevas torres o el deseo del cambio y los menores costos de vida, todo alimentan el crecimiento de estos hongos habitacionales que pululan entre calles y avenidas, así como en lugares recónditos y escondidos. Claman por más pisos, menos metros internos y más garajes. Irrumpen en nuevas zonas con parecidas fachadas y similares características. De ladrillo o cemento, con balcones o ventanales, con mucho vidrio o poco aluminio, allí está la vida urbana en nuestras sobrepobladas ciudades con toda la diversidad de las familias. 

Con diseños viejos o con nuevas arquitecturas que juntan la cocina con la sala, el balcón con la parrilla o el dormitorio con el baño. O algunas más sofisticadas simbiosis de piscinas con salas, estudios con jardines, baños con saunas o pent-houses con terrazas. Las torres de antenas de comunicación o los enormes carteles publicitarios acompañan rompiendo la vista de un horizonte de sólo cemente. Dentro de esas cuatro paredes descansa la diversidad humana de similares clases medias, que van y vienen por sus vidas y que conviven sin conocerse ni compartir palabras. 

Pensamientos y sueños irreconciliables que nunca se conocerán aunque estén apenas separados por una endeble pared o un techo. Las vidas íntimas y secretas de todos, pero casi siempre solitarias, frente al televisor o la computadora, cocinando o alimentando a alguien, leyendo o jugando, hablando, amando o sufriendo. Haciendo lo mismo en distintos momentos y lugares del mismo entorno que nos cobija y nos protege y que es nuestra mayor inversión económica y legado para otras vidas similares y diferentes. Y recorriendo caminos comunes, de la casa paterna a la vida independiente, de la escuela a la casa, del trabajo al hogar, del apartamento al cementerio. 

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