La cirugía ortopédica es un campo de la cirugía cuyo objetivo es resolver diversos trastornos del aparato esquelético y locomotor (o disminuir sus síntomas). Los problemas que trata pueden afectar a los huesos, las estructuras cartilaginosas o las articulaciones.
Dentro de las cirugías ortopédicas, se encuentra la colocación de prótesis de cadera, que es una cirugía para reemplazar toda o parte de la articulación de la cadera con una articulación artificial. La articulación artificial se denomina prótesis. Esta operación solía ser un procedimiento invasivo, con una recuperación prolongada que no estaba exenta de dolor.
Operarse de una prótesis de cadera es una decisión muy importante en la vida de una persona, y es normal que los pacientes, en especial los más jóvenes, tengan muchas dudas acerca del procedimiento, del postoperatorio, del tipo de actividades que van a poder realizar después y de si van a poder volver a realizar su vida normal después de la cirugía.
La operación de prótesis de cadera convencional tiene una duración aproximada de más de una hora. Los especialistas aseguran que la recuperación total puede durar más de 8 semanas, dependiendo de la complicación de la cirugía. Durante ese tiempo recomiendan evitar sentarse en asientos muy bajos y tener cuidado con movimientos bruscos.
Pero en los últimos tiempos se han producido avances que han transformado por completo la experiencia de los pacientes. Los procedimientos mínimamente invasivos reducen el daño causado a los músculos en el quirófano, atenuando el nivel de dolor y acelerando la recuperación. La sustitución protésica de la cadera consiste en sustituir la articulación, que está estropeada, por unos implantes metálicos que incluyen una superficie que no presenta roce y permite recuperar la movilidad perdida.
Se realiza en casos de artrosis, necrosis avascular o fracturas de cadera que producen dolor severo, rigidez, cojera, debilidad o limitaciones de movimientos. Después de la cirugía, la mejoría es radical y el paciente puede volver a tener una vida activa y sin dolor.
La técnica mínimamente invasiva disminuye la agresión, la respuesta inflamatoria y neuroendocrina a la cirugía. Un proceso realizado de forma tradicional precisa una recuperación larga, con una estancia hospitalaria sobre una semana y la utilización de medios de apoyo por más de dos meses.
Con esta técnica, el paciente se reincorpora a su vida habitual mucho más rápido, pues empieza a caminar a las 6 horas de someterse a la cirugía por término medio. La estancia hospitalaria es mínima, en ocasiones se va a su casa el mismo día, y puede realizar sus actividades personales sin necesidad de apoyo familiar. La mayoría puede realizar una vida normal en menos de un mes.