Ser Antirracista en Uruguay: mucho más que una declaración

Ser Antirracista en Uruguay: mucho más que una declaración. No reniego de mi condición de universitaria aunque nunca la uso. Soy Procuradora recibida en 1991 egresada de la Facultad de Derecho. Mi hijo mayor tenía siete años cuando me recibí ¡Qué belleza!

Negra, mujer, macumbera y universitaria. No recuerdo haber tenido compañeras o compañeros afrodescendientes. Siempre usamos material racista en nuestras aulas desde primaria, porque la historia fue moldeada por la cultura hegemónica blanca, machista, occidental y cristiana. La educación era de la iglesia católica desde los inicios institucionales, de los que le tiraban agua bautismal al “ganado negro” nuestras antepasadas familias para “evangelizarlas” mientras justificaban y bendecían la aberración de la esclavización, horrendo crimen contra la Humanidad.

Después el conocimiento fue de las elites opresoras con poder adquisitivo y político. Por sobre todo, quienes formaron a los formadores, no conocían otra perspectiva de los hechos que la colonialista, al servicio de negar, invisibilizar y normalizar las desigualdades, preservando el privilegio de los privilegiados.

Siempre usamos textos contaminados de preconceptos y estereotipos en la escuela, folcklorizando; cuando no ridiculizando; las figuras indígenas y africanas. Hoy transitamos procesos de descolonización y revisión histórica.

Ser antirracista implica acción, actividad, no es un concepto vacío. Es dejar de ser objeto de estudios para dialogar y reflexionar sobre nuestra identidad política como ciudadanía; mirarnos desde nuestra mirada afro céntrica.

En cuanto a la Universidad y su Declaración Antirracista 2023 en Uruguay es fantástico que se use la autonomía y el cogobierno para dar color a los solemnes edificios llenos de atemorizante protocolo, ahuyentador de los sectores populares. La educación, que era adrede restringida a las poblaciones oprimidas por su potencial liberador, es un derecho humano, entonces los derechos humanos tienen que reflejarse en la Educación a todos los niveles.

Felicitamos el trabajo de tanta gente afrodescendiente y afrosensible que ha militado dentro y fuera de los ámbitos universitarios para lograr una expresión política pública y contundente de nuestra máxima casa de estudios la Universidad de la República, tomando el compromiso de declararse “antirracista”. Eso debería pasar con el indigno e indignante Día de la Raza que a pesar de tanta lucha, todavía existe en nuestro país como vergüenza mundial.

Hay que llenar de realizaciones ese postulado ahora, aunque no sea fácil, nunca lo es. Son siglos de injusticias raciales.

La benemérita Academia fue hasta hace poco; tal vez siga siendo si lo permitimos; cuartel de intelectuales elitistassustentadores de supremacías raciales naturalizadas, y no precisamente cultores de la diversidad del pensamiento a menos que fuese entre reconocidas “castas” universitarias, ocupantes incuestionados e incuestionables del trono del “conocimiento y las letras” en el que les instalaron las familias esclavistas fundantes y sus ideologías conservadoras, especie de refugio consolidado contra los efectos democratizantes de las democracias modernas.

En las sociedades patricias, era en las universidades donde exclusivamente se preparaban quienes luego accedían al gobierno y diseñaban las políticas públicas y la legislación, reproduciendo una lógica estructural excluyente y de injusticia racial, retroalimentada desde un statu quo quasi criminal.

La comunidad afrouruguaya militante tiene experiencia y acumulado de trabajo antirracista y avances en el reconocimiento de derechos. Las reparaciones aunque sean simbólicas, conllevan la visibilización del crimen de Estado que supone la trata transatlántica, imprescriptible, intemporal y jurídicamente reclamable siempre.

A los descendientes de los colonizadores o a sus socios, no les interesa la descolonización ideológica, porque deberían empezar por devolver lo robado, o indemnizar a las víctimas y sus perjudicados. Los 12 de octubre son de luto.

Obviamente el daño espiritual-cultural-emocional-sicológico-intelectual, ese no tiene arreglo. Sin embargo, un estudio serio de la Historia de las historias, una revisión-revolución consciente y pública, no a escondidas, transformada en Cátedra Académica en una UDELAR Antirracista, sería tremenda acción afirmativa, empezaría al menos a llamar las cosas por su nombre, y contribuiría a los cambios de paradigma.

Exponiendo, por ejemplo, que el capitalismo salvaje no se formó casualmente, sino que tuvo origen en las fortunas forjadas por mano de obra africana diaspórica explotada y salvajemente esclavizada por el imperialismo colonialista del siglo 15 en adelante, eterno en sus criminales consecuencias.

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