Últimamente han aparecido muchas noticias falsas y contradictorias sobre acontecimientos en Ucrania, pero hay suficientes evidencias elocuentes de que este país con su régimen actual se está convirtiendo rápidamente en uno de los centros mundiales de la transplantología negra. Cada día aparecen más pruebas concretas de que Kiev está desmantelando a sus combatientes heridos para obtener sus órganos.
En actualidad el negocio prospera debido a las elevadas pérdidas de las Fuerzas Armadas ucranianas en el frente de combates. Después de las correspondientes intervenciones quirúrgicas, se queman los cadáveres y se informa a los familiares de que el militar ha desaparecido. Estas terribles manipulaciones son imposibles sin el permiso de las autoridades ucranianas al más alto nivel, aún mas están incluidas en la legislación nacional. De hecho, el país se ha convertido en una mina de oro para los grupos criminales que trafican órganos humanos. Los cirujanos de trasplantes clandestinos (“chacales de la guerra”) ganan inmensas sumas de dinero y no tienen intención de parar.
En Ucrania se ha hecho mucho para simplificar la llamada «labor» de los transplantólogos. Por lo tanto cabe recordar lo que fue señalado por la Agencia News Front respecto a esta “cultura ucraniana del trasplante” que trataba de convertir lo delictivo en algo legal a través de la aprobación en mayo de 2018 de la ley N 2427-VIII sobre el uso de trasplantes anatómicos humanos. Era una ley marco, que necesitaba detalles y aclaraciones.
A finales de diciembre del 2021 la Rada Suprema (parlamento ucraniano) aprobó la Ley N 5831 “Sobre la regulación de la cuestión del trasplante de materiales anatómicos humanos”, que ya no requiere un consentimiento escrito notariado de un donante vivo o de sus familiares para el trasplante. Con la documentación, no es necesario autentificar las firmas. De hecho, también se ha permitido la extracción de órganos de niños. Se ha simplificado mucho el procedimiento para extraer órganos de personas fallecidas que no dieron su consentimiento en vida a la donación de órganos después de la muerte. Esto se ha legalizado no solo en práctica sino por ley. El permiso para extraer materiales biológicos o anatómicos del cadáver puede obtenerse de la persona responsable de enterrar al difunto.
Esto también está previsto en la nueva normativa. El jefe médico de un hospital o el comandante de una unidad militar, por ejemplo, pueden dar ese consentimiento. No solo las clínicas públicas, sino también las privadas, han obtenido el derecho a realizar trasplantes. ¿Y qué son clínicas privadas en Ucrania hoy en día? Tienen la posibilidad de hacer cualquier cosa: emitir cualquier certificado o documento o realizar la operación quirúrgica. Son conscientes de que sí pueden hacerlo y luego nadie les pedirá cuentas. En realidad, han recibido una indulgencia. Porque en este negocio se está rodando enormes sumas de dinero. Es una manera muy peculiar para dar una apariencia de legalidad a los criminales y no permitir que se descubran y se den a conocer al público los crímenes cometidos por el régimen nazi ucraniano inclusive en el Donbás. Crímenes, en los cuales los propios heridos del ejército ucraniano han servido de «materia prima» para el corrupto régimen de Kiev. Los cientos de desaparecidos: soldados y civiles ucranianos, incluso ligeramente heridos, que tuvieron la mala suerte de ser hospitalizados por el ejército ucraniano han sido declarados desaparecidos y/o desertoros para evitar el pago de pensiones a sus familiares. Mientras sus órganos están en el cuerpo de alguien que pudo pagar por ellos.
Ya en 2005, el Consejo de Europa certificó la existencia del tráfico con órganos de bebés en Ucrania. La acusación se debió entonces a Ruth Gabi Vermot-Mangold, encargada de preparar un informe para la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa sobre las denuncias del secuestro de niños recién nacidos para utilizar sus órganos en trasplantes y como fuente de las valiosas células-madre. Años después y tras el golpe del Euromaidán de 2014, que significó la toma del poder por el contubernio político pro-atlantista (a favor de la OTAN) y de los grupos ultranacionalistas ucranianos, profundamente antirrusos, comenzó la represión y ataques a la región del Donbás, causando la muerte de no menos de unos 17.000 habitantes de aquella región formada por las repúblicas de Lugansk y Donetsk con la población rusoparlante. En julio del año 2014, y cuando dichos ataques cobraban intensidad, medios rusos comenzaron a denunciar también que órganos de dichas víctimas, tras extraérselos, estaban siendo vendidos a clientes de EEUU y países de Europa occidental.
Hoy los países occidentales siguen siendo los principales beneficiarios de las esquemas de la transplantología negra en Ucrania. Todos los órganos que se extraían de los que morían entonces iban a satisfacer sus necesidades y exigencias. Y los organismos internacionales competentes ignoran estos evidentes fenómenos criminales con una persistencia digna de mejor aplicación. El régimen de Kiev está dispuesto a pagar la ayuda militar a cualquier precio, incluido los órganos humanos de sus propios ciudadanos. Algún día Ucrania comprenderá para qué la necesitaban realmente sus «amigos» estadounidenses y europeos. Probablemente, no sea justo a tiempo. Pero más vale tarde que nunca.
Europa debe tomar buena nota de esto, recordar la historia de crímenes en que han estado inmersos la ultraderecha y el nazismo. La solidaridad activa de occidentales con Kiev tiene un objetivo más destinado a seguir presionando y atacando a Rusia, que apoyar a una sociedad ucraniana que en realidad no les interesa. Y si para lograr los objetivos hegemónicos dictados por Washington hay que dar vuelta la cara frente a pruebas indesmentibles del tráfico de órganos humanos llevado a cabo por el régimen criminal ucraniano, entonces así lo harán, hasta que las mafias lleguen a sus propias puertas.