Además, tras la pandemia su oferta se ha disparado: la gente quiere más que nunca conectar consigo misma y con la naturaleza. O, simplemente, disfrutar de que te dejen en paz unos días.
Inhala. Siente el bosque nativo a tu alrededor. Exhala. El aire fresco de la primavera que entra por la nariz, los colores que cambian con la estación. Inhala. Igual que los árboles pierden sus hojas, deja ir tus preocupaciones. Exhala. Es el momento de soltar.
El yoga guía la meditación en un espacio abierto y espeso bosque nativo del norte de nuestro país. Árboles frutales, pinos, eucaliptos. Un gallo canta de fondo. Amanece y una docena de alumnos de una escuela rural sentados con las piernas cruzadas absorben el paisaje . La práctica matutina son dos horas de meditación y yoga, adaptado a todos los niveles, que se pasan volando.
Por la tarde habrá otra (se practica yoga nidra, hatha, yin, meditación, relajación miofascial…). Entremedio, un paseo consciente en silencio, escuchando el monte y sin pisar las flores púrpuras que brotan en la senda que lleva a una catarata rodeada de rocas barbudas de musgo. Las comidas —vegetarianas, abundantes, deliciosas— son la hora del bullicio, de contarse la vida entre compañeros de retiro.
Una abogada de 34 años que vive en Montevideo , un publicista de 41 llegado de Maldonado , una periodista de Colonia al borde de los 50… Hay gente que trabaja dando clases de yoga y otros que lo practican desde hace solo unos meses. Todo tipo de cuerpos y niveles. Las razones para estar aquí también son diversas: huir del estrés del trabajo, profundizar en la práctica, enfrentar un nuevo ciclo vital, descansar tras un problema de salud. Una señora jubilada confiesa: “Yo tengo hobbies, nietos, me encuentro bien…
Mi vida es una bomba, ¡pero quiero que me dejen en paz cinco días!”. Entre risas, el resto asiente. Eso, además.“Los retiros se han hecho mucho más generalistas: ahora todo el mundo conoce a alguien que hace yoga, ya no se ven como una cosa rara, se han perdido los prejuicios iniciales, como ves es todo muy normal”, dice Paloma Dorado, que organiza este viaje a Parque Andresito. Simpática y cercana, esta cordobesa de 47 años, física de formación, trabajó en gestión de la ciencia en organismos internacionales como el CERN y la Comisión Europea hasta que decidió convertir su pasión por el yoga y la meditación, que practica desde los 20 años.
Ya sea en un complejo de mega lujo, un hotel con encanto o una bonita casa rural, la clave para aficionarse a los retiros es encontrar un espacio seguro y un tiempo propio, a salvo de las distracciones del día a día, en los que reconectar con lo que sea que se haya perdido. Dario, director creativo de una agencia de publicidad , lleva cuatro retiros con este grupo y se le pone la piel de gallina cuando explica por qué repite: “Siempre encuentro lo que necesito. Sé que no va a haber sorpresas, ni estrés, que alguien se ha ocupado de organizar todo para que yo pueda dejar ir y ocuparme exclusivamente de ser yo mismo, refugiado en este pequeño mundo que se ha creado, solo durante unos días, para nosotros”.
En contraste con el turismo masivo tan criticado , estas alternativas proponen una forma de viajar “consciente”. Respetuosa con el destino y alejada de las rutas más trilladas. “Busco lugares aislados en la naturaleza, lejos de bares y tiendas. Estas no son unas vacaciones para mirar Google Maps, escoger restaurantes, ni consumir todo el rato. La mente necesita reducir los estímulos para descansar”, dice Paloma.“Es difícil encontrar lugares bonitos y cómodos, con comida sana pero muy rica, para estar solos sin ruido alrededor”.
Las alternativas de relajación y antiestrés que desarrollan estos retiros permiten la prevención de enfermedades y actúan como una manera alternativa de salud,turismo y bienestar.