Educación y trabajo en el contexto de los cambios de la pandemia

La articulación entre educación y trabajo se constituye en una de las variables más importantes de la política educativa y económica. En el Uruguay, como en todas partes, la relación entre educación  y empleo, es la matriz tanto a nivel del desarrollo como a nivel micro entre los ingresos familiares y el empleo mismo. La Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadística (INE) con datos de marzo del 2022, muestra claramente la relación directamente proporcional entre los niveles educativos y los niveles de empleo. Es un datos desde hace muchos años, pero que crecientemente está mostrando nuevas dinámicas y por ende nuevas configuraciones a la relación entre educación y trabajo. Al igual que a escala global, asociado al aumento de la densidad tecnológica del trabajo y las mayores complejidades tecnológicas del trabajo, a la consolidación del trabajo formal como resultado de políticas públicas de regulación y control, se verifica que la relación ya no refiere centralmente entre educación en general y trabajo, sino entre la educación superior y el trabajo. Cada vez más sólo la educación superior es la puerta al empleo, en tanto se observa un cambio en la incidencia de los diversos niveles de educación y el trabajo, en términos de empleo y desempleo. Ello muestran una modificación del tradicional enfoque marginalista hacia una nueva realidad centrada en la certificación.  La teoría del capital humano en su versión original de Shutlz y de su profundización matemática  de Vinner, establecía una relación “marginalista” entre educación y trabajo por el cual por cada año adicional de estudios de las personas se producía un cambio en su nivel de desempleo y de sus ingresos económicos. Se asumía que los mercados laborales funcionaban con una remuneración salarial vinculada a la productividad de las personas y esta a su vez correlacionada con los años de estudios. Bajo este enfoque, los estudiantes iban a continuar sus estudios, en tanto sus salarios aumentaban a medida que se incrementaban sus años de estudios. Los estudiantes continuarían sus estudios hasta que el costo de la educación directa o indirectamente, fuera menor que el ingreso adicional por esos años de estudio, con beneficios en cada año de estudio. Tal enfoque ha ido cambiando significativamente y los datos sobre educación y empleo en Uruguay lo muestran claramente.   Según el INE la tasa de desempleo juvenil en Uruguay no se estaría comportando en forma marginalista y continua, sino en forma de escalera escalón al observarse que la caída de los niveles de empleo –el desempleo- solo se produce asociado a la existencia de certificaciones de estudios terciarias terminados y no de los niveles intermedios. Los datos muestran que para una persona con estudios de ciclo básico incompleto o menos, la tasa de desempleo era de 7.8%, en tanto que para quienes tuvieran el ciclo básico completo o educación media incompleta la tasa de desempleo era de 8.6%, mientras para quienes tuvieran secundaria completa y terciaria incompleta, la tasa de desempleo era de 7.8%. Ello muestra que no hay cambios en el nivel de desempleo entre no tener primaria y tener educación terciaria incompleta. El cambio significativo en la tasa de desempleo se produce recién con la terciaria completa o postgrado, que baja a 1.6%. Ello muestra que el mercado laboral, en términos desempleo, se comporta igual para todas las personas sin título terciario o estudios de posgrado. No hay una evolución continua, sino que el único escalón se presenta hoy al concluir los estudios terciarios. Esta realidad muestra que la terminación de los estudios de educación superior, es la variable determinante de los niveles desempleo y los salarios, más allá que obligatoriamente ello impone la titulación en los ciclos anteriores, la articulación entre ellos y la continuidad de las trayectorias estudiantiles para facilitar alcanzar los niveles superiores. Esta realidad es un indicador claro del aumento continuo de la densidad tecnológica y de los niveles de formación requeridos de las personas para ingresar a los mercados de trabajo. A medida que aumenta la creación de valor y la complejidad del conocimiento y de la producción, son mayores las competencias demandadas para el ingreso a los mercados de trabajo, y especialmente la existencia de estudios superiores terminados y estudios de cuarto nivel de posgrado. Estas mayores demandas de calidad, de cantidad y especialización de la formación superior, son también la base de las empresas para viabilizar su propia existencia en los nuevos contextos de cambios socioeconómicos. Es este un proceso continuo que ha permitido pasar de lógicas de producción tradicional con mano de obra intensiva, a las dinámicas de producción analógica y mecánica con sus respectivas demandas de competencias, a las actuales lógicas de producción digital, con demandas de laborales con alta intensidad de competencias digitales e informáticos entre otras. Tal ruptura entre los niveles de empleo y desempleo por nivel de formación educativa, está altamente correlacionado con los niveles de desempleo por edades. Así, el nivel de desempleo para la población de 14 a 24 (que es el año técnico de graduación terciaria), es de 25.7%, o sea un poco menos de tres veces la tasa de desempleo nacional para todas las personas). La tasa de desempleo, cae fuertemente, y entre 25 a 29 años es de 9,6%, y baja a 5,9% entre 30 y 34 años y 4.9% entre 35 y 44 años. Este elevadísimo nivel de desempleo juvenil, es resultado no sólo de las demandas de los mercados de trabajo, sino también de la falta de un enfoque de competencias de las estructuras educativas, y de estructuras curriculares centradas en una formación generalista y cultural.    

Las conclusiones de las nuevas realidades, especialmente postpandemia, son muy claras en relación a cambios en los mercados de trabajo y dinámicas de oferta y demanda, que muestran la exclusividad de las titulaciones de nivel terciario en los cambios de los niveles de desempleo de los uruguayos. Este cuadro, se está complejizando en el marco de la pandemia, que ha mostrado un aumento del desempleo juvenil y un aumento de las competencias requeridas. El escenario futuro implicará menores niveles de crecimiento del empleo en tanto este requiere mayores inversiones económicas y a la vez más exigencias de competencias, en un contexto de falta de una oferta de profesionales y técnicos. Es una situación compleja del mercado laboral que a su vez es incentivada por los bajos retornos de la educación superior. En Uruguay el trabajo está excesivamente gravado para alimentar los excesos del Estado, y ello incluso es más acentuado sobre el trabajo especializado terciario. Incentivar los estudios, en un contexto de cambio en los mercados laborales requiere crear más incentivos a la formación que capital humano en un contexto de incremento del desempleo juvenil. Muchos de estos impuestos fueron creados durante los últimos años, asociado al crecimiento del Estado. La reciente derogación parcial del impuesto adicional a los profesionales, se constituye en el camino correcto para incentivar el impulso a la formación y la continuidad de las trayectorias escolares. Aquí, la política económica es política educativa. Es este un primero paso positivo que incluso se debería continuar con la reducción del IRPF para los profesionales y técnicos especializados. 

Eco. Claudio Rama

Dr. ED; Dr. DER; Post. Dr

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