A las 5 de la tarde ya en la larga calle 18 de julio de Guichón habían colocado los vecinos cientos de sillas para que, cuando empezara el desfile del Entierro del Carnaval, tener reserva en primera fila. Lo dominante fue siempre allí la originalidad de las carrozas fúnebres y las ironías.
Es una manifestación cuyas raíces proviene de la influencia de la inmigración española, de la tradición del Entierro de la Sardina y de la celebración religiosa del miércoles de ceniza. En Uruguay, destaca por ser una fiesta de sátira política y social, con carrozas fúnebres que representan figuras públicas o eventos del año. Son «muertes humorísticas», donde se escenifican tanto entierros burlescos de personajes o situaciones ficticias o reales, con carrozas fúnebres decoradas con motivos carnavalescos, satíricos o humorísticos referidos al enterramiento de la persona o situación que se pretende superar y criticar del año pasado.
La carroza es acompañada de personajes tales como viudas, plañideras, llorones u otros personajes disfrazados que acompañan el cortejo fúnebre. El Entierro del Carnaval busca representar la muerte simbólica de lo viejo, lo negativo y lo que se quiere dejar atrás, o incluso rememorar lo pasado. En general era un ritual de renovación y purificación que da paso a un nuevo ciclo. En Uruguay, las carrozas han sido acompañadas por Mascaritos, que representan al pueblo y que usan máscaras muy burdas y simples para esconder el hecho de estar festejando el Entierro.
En este año en el Entierro del Carnaval de Guichón, continuaron las transformaciones y fueron muchas más las reinas, banderilleros, tamborileros y otras comparsas, que los casi solitarios cuatro carros funerarios que dio la impresión de una lenta agonía hacia su desaparición.
Los carros fúnebres y las procesiones fueron como una comparsa adicional o un agregado al carnaval más tradicional. Así paso antes en Melo o Vergara que hoy apenas mantienen a los Mascaritos, pero que ya no festejan ningún muerto ni siguen ninguna carroza fúnebre sino simplemente se enmascaran festejando la impunidad con el engaño. En este Entierro del 2024, destacó el carro alegórico “La Sociedad de la Nieve” que recordó la tragedia de los Andes, construido como con restos de la carcasa de avión de la Fuerza Aérea siniestrado, con cuerpos en el interior y atrás seguido por mascaritos disfrazados de los personajes que sufrieron aquel fatídico accidente. También destacó otra carroza con una muerta que era la directora del Liceo y una carroza alegórica de Barbie con una persona vestida metida en una caja de muñeca, seguida por un cortejo de Barbies. En este espectáculo irónico destacaba un burócrata leyendo el diario en un baño público de calle, un carro que ironizaba al edificio de la Presidencia o una enorme mulita y sin dudas varias escenas religiosas. Por detrás, separados de las carrozas y como cierre del desfile, estaban como agazapados a la espera de libertad, los Mascaritos. Cientos de jóvenes controlados por personal de seguridad, no solo disfrazados en su mayoría con telas pintadas que les escondían sus rostros, sino incluso integrados en entornos irónicos y burlescos. Muchos vestidos de monjas o religiosos, otros representaban la muerte, también vestidos de policías, militares y travestistas e incluso unos disfrazados de marcianos. Otros con máscaras chinas del horror como si la Fiesta de Halloween tratara también de infiltrarse. Una rareza y originalidad de Guichón y de unas pocas ciudades del país que marcan otro tipo de carnaval, uno no sólo de espectadores que se sientan a ver, sino de cientos de protagonistas que festejan.
Como guichonense no entiendo el título de su artículo, ya que en el mismo no hace ningún comparativo como para establecer esa «lenta agonía» de la que usted habla.
Por el contrario, nuestro carnaval sigue siendo fiel a su tradición guichonense, con ida y vuelta en cada desfile. Es organizado y en forma de concurso.
Me parece que le falta información.